Capítulo I:
El ataque a Corkan
Era de noche, las estrellas se pasean quietas por un cielo oscuro, brillan y hacen de ese cielo uno con lucecitas encendidas en cada lugar que parece que están describiendo una forma perfecta.
Una noche así había en Corkan, como muchas otras noches en este precioso lugar. Corkan era una ciudad que estaba siempre en primera línea de guerra, pues estaba situada en los confines de las tierras de los hombres, más allá solo hay cenizas de lo que un día hubo, una gran ciudad de hombres tan maravillosa como la misma Luna. Pero ahora pocos hombres habitan allí pues el miedo a que los orcos vuelvan a atacar como hace medio siglo atrás, les tiñe el corazón. Corkan ya sólo está habitada por hombres de armas que protegen el mundo de los hombres y se había convertido en un gran campamento con muros exteriores y unas grandes almenas donde los arqueros tienen una posición excelente contra los atacantes.
Esa misma noche Thor, un caballero al mando de Thingir, el comandante de las tropas de Corkan, observó que allí donde el sol se apagaba, en esa colina, aparecían miles de luces. Thor se asustó, pues esas luces no eran muy lejanas, no sabia qué podía ser, pero pronto adivinó que en realidad esas luces eran teas. Thor pronto salió disparado en busca de Thingir, la Guerra que hace ya medio siglo terminó está apunto de volver a empezar. Thor caminó hasta la puerta de la ciudadela y la abrió a su paso.
—Orcos, mi señor, hay orcos en las colinas y no vienen a hablar – dijo Thor cansado después de tanto correr.
—¡Rab, avisa a todos, que estén preparados los arqueros! – respondió Thingir mirando a Rab, un hombre con el que Thingir tenía mucha confianza. – Thor, tú llama a los jinetes y que preparen sus monturas y ve con ellos, he visto como montas y serás más útil con ellos. Yo iré con los espadachines, mi espada, Aruin, es recia y en ella habrá sangre de orco esta noche.
Thor hizo exactamente lo que Thingir le dijo, fue en busca de los caballeros, los avisó y todos le siguieron. Llegaron a los establos, cada uno cogió su caballo, pero en cambio Thor no tenía caballo y se quedó pensando cuál iba a coger. Thor sintió que alguien le cogía del hombro, se dio la vuelta para ver su rostro, era un hombre rubio ya desgastado por el tiempo, era de su misma estatura, ya llevaba puesto la cota de malla y estaba preparado para montar en su caballo.
—Mi señor Thor, para su estilo de montar, que para qué engañarnos no es muy habitual por estas tierras, creo que será mejor que monte en Viento, es un caballo muy dócil que según he oído viene de los bosques más allá de la marca. Fue criado por elfos, le será muy útil —dijo el hombre.
—Gracias, pero nunca he montado en un caballo elfo, su rapidez podría desmontar al jinete sin experiencia, y en una batalla no quiero arriesgarme. – dijo Thor serio pero agradecido.
—Yo monté una vez en uno y desearía volver a montarlo, pero no se me concedió ese honor. En cambio este caballo ha sido lo más parecido a un caballo elfo. – le dijo señalando a su caballo que era un caballo excelente, blanco, con el cabello muy largo y parecía tener unas dotes maravillosas. El jinete le guio hasta Viento, y Thor se sorprendió al verlo. El caballo no era blanco ni tenía un color claro, sino que era negro.
—¡Un caballo elfo negro! —dijo Thor sorprendido
—Si, exactamente es negro, a mí también me sorprendió al verlo. Me lo dio un elfo al que salvé la vida en las montañas Ithil, unos orcos le perseguían y yo no lo pensé, simplemente hice lo más sensato. —dijo el jinete recordando sus viejas hazañas.
—¿Cómo te llamas, buen amigo? —preguntó Thor al jinete
—Thunderli, mi señor —contestó rápidamente el jinete
—Recordaré tu nombre en mejores días —le dijo a Thunderli mientras se acercaba a abrazarle.
Luego se colocó su yelmo de hierro, puso las monturas a Viento, y montó en él. Todos los jinetes le siguieron. Al salir todos estaban en sus posiciones: los arqueros ya estaban preparados en las almenas con teas encendidas cogiendo una flecha de sus carcaj, mientras los espadachines enfundaban ya sus espadas y sujetaban sus escudos. Se preparaban para un asedio que nadie era capaz de saber lo que iba a tardar.
Los orcos estaban ya muy cerca, algunos tenían pequeños escudos redondos y ennegrecidos, acompañados también de unas cimitarras bastante más grandes de lo normal. Otros tenían largas lanzas protegidos tan sólo por una cota de malla muy pequeña y endeble o un peto de cuero pasado, mientras que otros llevaban unos arcos pequeños que eran demoledores a corta distancia, pero que a larga distancia no hallaban presa. No se veía mucho, la oscuridad era densa y los arqueros no podían ver donde iban a caer sus flechas.
Los orcos se pararon poco más allá de donde las flechas no llegaban. Elaboraron un gran estruendo y pronto todos los orcos estaban dando voces y golpeando sus espadas en los escudos.
Los arqueros se inquietaron al oír el bullicio y al no poder ver más allá de unos cuantos orcos, sólo se podían distinguir por las teas. Se escuchó otro grito y muchos de los orcos apagaron las teas que llevaban. Ahora era una batalla a oscuras.
—Debemos hacer lo mismo que ellos – se escuchó desde dentro de los muros, y todos los arqueros y espadachines empezaron a gritar apoyando la habladuría.
—Sí, es verdad mi señor, si quieren una batalla a oscuras que tengan una batalla a oscuras. —dijo Rab, que se colocó al lado de Thingir.
—No, no podemos arriesgarnos a una batalla así, los orcos están acostumbrados a la oscuridad pero nosotros no —dijo muy atento y seguro Thingir.
Al oír esto Thor se acercó a Thingir para darle la razón. Los arqueros se volvieron de nuevo y vieron lo que tenían detrás de los muros. Allí seguían los orcos, dispuestos a todo para conseguir lo que se proponían.
Todo seguía igual, nadie se movía, el silencia hablaba. Los arqueros estaban tensos, desesperados y sin saber qué hacer, hasta que otro estruendo sonó y los orcos empezaron a adelantar sus líneas poco a poco, la batalla había comenzado.
Rab subió a las almenas y se preparó para lanzar la primera descarga. Esperó a que las teas que aún estaban encendidas estuviesen más cerca para disparar. Vio las teas muy cerca, pero enseguida se dio cuanta de que las que estaban encendidas no eran de la primera fila de orcos, sino que era de la tercera o cuarta fila, y los orcos estaban preparando ya las escalas. ¡Escalas! gritó Rab. Algunos espadachines se subieron a los muros para proteger a los arqueros de los espadachines orcos. Las escalas se estaban colocando, algunos espadachines consiguieron tirar alguna de las escalas, pero otras consiguieron colocarse y empezaron los orcos a subir por las enormes escalas. Rab hizo lanzar la primera descarga de flechas hacia los que subían, mientras más orcos seguían subiendo. Los espadachines luchaban por intentar retirar las escalas pero gracias a los salientes en las partes últimas que se enganchaban en los muros, consiguieron resistir muchas de ellas. Y así llegó el primer orco a la cima de los muros que con su cimitarra hirió a un arquero desprevenido en el costado, mientras que otro le seguía por detrás matando al arquero herido. Rab puso dos flechas en su arco y las disparó hacia los dos orcos que acababan de subir, una le atravesó la garganta al primero, la otra se clavó en el ojo del segundo.
Enseguida Thingir ordenó hacer subir a más espadachines, y subieron al igual que los orcos seguían subiendo. Llegaron arriba y fue una sangrienta lucha entre espadachines , mientras que los arqueros se alejaban de las escalas para ser protegidos por los espadachines, pero pronto los arqueros orcos dispararon sus flechas a la cima matando a muchos espadachines orcos pero tambien humanos y algunos arqueros.
Thingir ordenó ahora abrir las puertas para matar a todos los arqueros con los jinetes. Thingir mando a Thor que hiciese llegar las ordeñes al jefe de los jinetes, Dersint, y llegó hasta donde estaba Dersint contándole el plan. Thor de inmediato, junto a los demás jinetes, fue hacia las puertas esperando a que las abriesen. Tardaron minutos en empezar a abrirse y pronto pudieron salir. La vista era aterradora, miles de orcos se concentraban detrás de los muros de Corkan. Thor estaba ahora al mando de Dersint y éste no tenía intención de echarse atrás. Dersint alzó el brazo con una larga y esplendorosa espada, y soltando un grito de batalla se dirigió a por los arqueros orcos. Dersint fue el primero en llegar cortando la cabeza al primer arquero que tenía delante y siguiendo hasta que se paró el caballo en mitad del batallón de arqueros mientras que todos los jinetes le siguieron rompiendo las filas de los arqueros. Thor llegó de los últimos haciendo abrir la formación de los jinetes para destrozar aún más al enemigo. Fue abriendo líneas cortando las cabezas de los orcos que tenía en su paso. Pronto llegó el batallón de piqueros que se pusieron rápidamente en formación inclinando sus picas. Más de un jinete se quedó sin su caballo al ser alcanzado por las picas de los orcos y lanzados por los aires cayeron al suelo. Los jinetes estaban consiguiendo abatir a sus enemigos sin mayores problemas, los arqueros no poseían defensa alguna ante un ataque sorpresa. Dersint siguió avanzando ahora que los jinetes habían conseguido romper líneas y mató a una inmensa mayoría de arqueros ya que los demás huyeron despavoridos para protegerse detrás de los piqueros. Hizo reunir a todos los caballeros para romper las escalas y matar a todos los que estaban subiendo por ellas. Orcos y más orcos venían por para subir por las escalas con sus cimitarras alzadas. Unos pocos se quedaron atrás para defender a los jinetes que iban a arrasar con las escalas, y entre ellos se encontraba Thor, que se acercó a otro jinete que tenía a su lado.
—Moveos hacia vuestra izquierda, pensarán que los jinetes no tienen protección y cuando te dé la orden cabalgáis hacia nosotros y nosotros iremos hacia vosotros derrotando a todos los orcos que tengamos por delante —le dijo Thor al joven jinete que se apresuró a hacer lo que Thor le había dicho.
Los jinetes se fueron lejos de la vista de los orcos y los orcos cayeron en la trampa que Thor les había preparado. Pensaron que los caballeros que ahora estaban rompiendo la última escala que quedaba estaban indefensos y corrieron hacia ellos con las picas por delante. Fue cuando Thor ordenó al jinete que alzasen sus espadas y corriesen hacia ellos. Enseguida el joven jinete cabalgó y le rasgó su espada en el cuello al primer piquero que encontró dejándolo desangrándose, mientras, Thor hacía lo mismo desde la otra posición cortando la cabeza a otro. Al siguiente le golpeó con el filo de la espada en la espalda y siguió hacia delante matando a todos los orcos que tenía a su paso, hasta que uno de los orcos se revolvió y vio que los otros orcos habían caído y puso la pica hacia Thor. Thor tiró de las riendas del caballo para intentar frenar pero el caballo no frenó en seco e hizo un amago dejando al piquero sin defensa, Thor aprovechó para clavarle la espada en la cabeza dejándola incrustada en su pequeño cráneo. Ya estaban juntas las dos filas de jinetes, miraron hacia atrás y vieron que los demás jinetes ya estaban preparados para volver a atacar.
—Thingir sólo dijo que había que matar a los arqueros orcos, volvemos a los muros – dijo Dersint que tenía sangre oscura por su coraza y por toda la cara.
—Podemos atacar ahora que están indefensos, sólo tienen unos cuantos piqueros más y los demás son espadachines a los que podemos matar sin pestañear —dijo Thor con una voz que se sorprendía al escuchar pues no parecía él mismo.
—Puede que tengas razón, pero atacaremos cuando el sol esté alzado, no vemos mucho más allá de nosotros pasos, no sabemos lo que pueden estar reservando para nosotros —dijo Dersint a Thor con sabiduría.
—¡Volvemos a los muros! —alzó el brazo indicando que le siguieran Dersint cabalgó hacia los muros y todos los jinetes le siguieron,
Thor se quedó parado por momentos y fue el último en marchar y mirando hacia atrás viendo todos los jinetes caídos, volvió tras los muros. Cuando llegó éste, cerraron de nuevo las puertas con rapidez entre unos cuantos soldados. Lo que Thor vio fue desastroso, arriba en los muros, muchos orcos se hallaban muertos pero muchos más hombres —espadachines y arqueros— estaban por los suelos, unos muertos, otros gravemente heridos.
—Lo has hecho muy bien —dijo Dersint echándole la mano al hombro a Thor —. Serás recordado durante mucho tiempo por tu acto de valentía.
Thor que estaba cabizbajo no quiso escuchar las palabras de Dersint pues estaba inmerso en un halo de pensamientos hallando cuántas muertes se habían producido. Dersint fue en busca de Thingir pero cuando se quiso dar cuenta era demasiado tarde, una bola de fuego lanzada desde detrás de los muros le alcanzó y el fuego se le prendió y corrió de lado a lado haciendo que el fuego aumentase, algunos caballeros le intentaron ayudar pero no pudieron hacer nada, Dersint cayó al suelo desplomado y ardiendo. Ahora los orcos estaban atacando con catapultas.
El sol empezaba a aparecer por la colina y pudieron ver que fuera aún quedaban miles de orcos y habian preparado docenas de catapultas. Thingir decidió salir por la puerta de atrás y dejar Corkan y ordenó que todos sus hombres también lo hiciesen pues ante un ataque así, ellos solos no podían hacer nada. Los más importantes y afortunados iban a caballo, los demás debían ir a pie.
Thingir hizo abrir las puertas de atrás que daba al oeste con las montañas Ithil y salieron todos cabizbajos y atentos por si el enemigo les seguía. Pero no lo hicieron, los orcos consiguieron entrar en Corkan tras un ataque también con ariete. Después de entrar se pudo escuchar un rugido de victoria, que significaba la derrota para los hombres. Thor elevó la mirada hacia el cielo y encontró un dragón que iba directo a por todos ellos. ¡Un dragón! —gritó Thor. Enseguida Rab cogió una flecha de su carcaj y la puso en su arco, con mucho equilibrio lanzó una flecha con mucha fuerza pero el dragón la esquivó con rapidez, los demás arqueros hicieron lo mismo pero ninguna acertó en el blanco móvil. El dragón se aproximó, empezó a abrir la boca y extendió su fuego por campo abierto quemando a dos hombres que iban a pie, y mientras cogía a otro con sus garras, se elevó y desde lo alto lo lanzó contra los demás. Un arquero que iba a pie se paró, iba a coger una flecha de su aljaba, pero al mirar hacia atrás vio la boca del dragón prácticamente en su cara y nada pudo hacer.
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